Llegamos al cierre del año. Tres meses de embarazo, con una tesis en pausa por problemas de concentración y el extremo cansancio de estar dando vida con cada célula del cuerpo. Había decidido no volverme a vacunar, por ahí de agosto. El tercer refuerzo, o el cuarto. Gajes de trabajar en el hospital. Lo decidí así, pues las otras vacunas habían alterado mi ciclo, salí de un tratamiento para “normalizarlo” y justo, después de Grecia, la regularidad había tocado la puerta.
¿Serán los dioses?
Dudé mucho no vacunarme, pero quería esperar tan sólo un poco. La culpa llegó más tarde. Durante estos años, evité multitudes, reuniones, contacto con los otros, para poder cuidarme y procurar a los míos. Aún con todo, con que la mayoría de la gente se pasó de largo todas las indicaciones y la evidente falta de sentido común. Sabía que el contagio era inminente. Pero, a principios del mismo año, el diagnóstico de mi hermana, quizás por la propia locura del virus, me hizo repensarlo todo. Alguna suerte extraña tuvimos, aquella vez que mi papá se contagió y ninguno de nosotros enfermó.
¿Serán los dioses?
Salimos a una reunión, pero A. ya estaba enfermo. Se sentía cansado, pero no quería dejar de ir. Durante el festejo, se hicieron promesas, veríamos a O. la siguiente semana y quizás, ya apresurados, de nuevo a G. Regresamos a casa, no sin antes dejar a J. a la suya, “lo sentimos, ya nos veremos más seguido, sólo que …”. Sí, las cosas cambiaron, las circunstancias ya no serán las mismas. Pero todos están alegres de quienes vendrán. N. también lo espera, y D. se inspiraría esa misma noche para ir por el segundo.
¿Serán los dioses?
Una prueba. Positivo. Al sofá. El miedo al contagio, con tres meses de embarazo. La ironía. Traté de mantener la mayor distancia con A., bajo el mismo techo. Cuidarlo y cuidarme. No pudimos. Eventualmente, mi prueba también dio positivo. La fiebre subió, al tiempo que la de A. bajaba. Me metí a bañar para intentar bajarla. “Hoy no, no puede subirme a más de 38”. Y así fue. Mantuve la convicción para mantener mi temperatura estable, pese a todo. “No podemos enfermar más que esto”. Luego de dos años de pandemia, ahorita, en mi momento más vulnerable, sucede.
¿Serán los dioses?
Me duró sólo un día.
¿Serán los dioses?
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