Viviendo con un islandés (Parte 2)

Ilustración, pluma y tinta china, 2019.

Continuación…

6. Te familiarizarás con el término “tourist trap” o trampa de turista

Yo sé que existen lugares en México donde a los extranjeros les ven la cara y les cobran más caro. Es más, hasta he escuchado de menús de restaurantes que tienen otros precios si ven que el comensal no es local. Sin embargo, no es común (creo yo) escuchar decir que equis o ye es una trampa para turista y que te timaron. Pero en Islandia, las llamadas trampas de turista son algo que todo islandés buena onda te quiere evitar. Un ejemplo simplón es comprar agua embotellada. Incluso te venden aguas con leyendas de que “el agua es 100% pura, gloriosamente purificada en los manantiales volcánicos” o algo así, cuando en realidad, cualquier agua del grifo es así. Así que ¡aguas!

7. Y estarás al pendiente del clima

Viví 24 años como típica chilanga, olvidando que cada verano, por ahí de julio, la Ciudad se volvía un mar alrededor de las seis de la tarde. Que Tláloc nos visitaba con lluvias que (por la basura) tapan las coladeras, empeoran el tráfico y descomponen el metro. A veces, precavida, me ponía mis botas de hule, (unas fashion que tenían cuadritos) y me llevaba una chamarra aguantadora en la mochila. Y por si las moscas, cargaba siempre un paraguas, sobre todo desde que una vez me mojé todita en Ciudad Universitaria y terminé hecha una sopa. Pero ni con eso, jamás he tenido tan presente al $%/&! clima. Dicen que si no te gusta el clima, espera cinco minutos. Y no es exageración. He aprendido que el viento que conocía NO ES VIENTO. Que la lluvia, a la que mi padre le llama pioja (para los demás el chipi chipi), deja de ser tan pioja cuando estás a -4°C; que los paraguas no sirven; que siempre es mejor andar con zapatos resistentes; que caminar en la nieve cansa y te hace sudar; que la lana es mi mejor amiga; que cuando sale el sol, por poco que sea, es verano y me tengo que sentar a que me dé aunque sea unos segundos; que el hielo es mi peor enemigo; que no sé caminar; que tengo que caminar cual pingüino, y… QUE TENGO QUE CHECAR SIEMPRE EL P#%!* CLIMA.

8. ...para quejarte de ello

Los islandeses gustan de quejarse, uno lo puede notar con sus periódicos que no dan otra más que malas noticias (pese a ser uno de los lugares más estables del mundo). Así que, si quieres romper el hielo, quejarse del clima siempre es buena idea. Pareciera alegrarles que el clima también te sea molesto, al mismo tiempo en el que, con orgullo, visten con tan pocas capas de ropa, como si de eso dependiera mantener su ciudadanía (algo así como que si traes una chamarra en menos doce grados, te dan el pasaporte). Al final, son herederos de la comunidad nórdica que, voluntariamente, decidió que esta isla era un lugar para asentarse.

9. Apreciarás las cosas que hacen más acogedora a la vida.

Kósý es una de las palabras que más utiliza mi esposo. Pareciera ser una búsqueda constante, el encontrar el momento kósý. Crear espacios en la casa, especialmente en la sala o en la recámara que te hagan sentir así, ese placer de lo hogareño, de lo calientito y acurrucable. De las texturas que son kósý, como una cobija de peluche suavecita. A la fecha, no sé a ciencia cierta qué tantas cosas puedan ser kósý, pero sé, por experimentarlo, a qué se refiere con eso y en definitiva, son de esos momentos en los que el simple hecho de sentirme kósý es suficiente.

10. Te tomará un tiempo adaptarte a su sentido del humor

Alguna vez escuché decir que si entiendes un chiste en otro idioma, es que ya lo dominas. He visto películas, series de televisión e incluso una serie de sketches cómicos y he notado que el humor islandés es bastante peculiar. No es simplón, pero se basa en las cosas simples, no es negro, pero puede ser muy pesado. Juegan con las palabras, pero no todo el tiempo, es satírico, sin llegar a lo mordaz. Es, en pocas palabras… extraño. Y, por supuesto, así es el sentido del humor de mi esposo. A veces sé que algo le puede causar gracia, pero frecuentemente, cuando a mí algo me da en extremo risa, para él es blah… y a la inversa. Puede llegar a reírse de un bobo juego de palabras, así como un chiste mucho más elaborado. Y a veces puede hacer comentarios que son, al menos para mí, graciosísimos, pero los dice con la cara más seria, como si hablara literalmente. Venga, a veces no lo entiendo, no doy, porque nos perdemos en la traducción. Pero son esos momentos, los de los chistes que atraviesan a ambos como en un diagrama de Venn, dando en el clavo de nuestro conjunto llamado "sentido del humor", los que no sólo nos hacen reír, sino que además nos recuerdan lo mucho que nos hemos adaptado.

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