Viviendo con un islandés (Parte 1)

Ilustración, pluma y tinta china, 2019.

Hace poco, dentro de una plática con una amiga, salió al tema las cosas que había adquirido en estos tres años que llevo viviendo con mi esposo. Tres años que son ya casi cuatro, más los de la relación a distancia, suman cinco años. Sin lugar a dudas, ha sido una aventura, si de por sí lo son todas las relaciones, aún más cuando venimos de lugares tan distintos. Pocas veces reflexiono sobre esto, puesto que se ha vuelto tan cotidiano que es ya imperceptible.

He de confesar que, si algo he evitado, es adquirir un acento distinto al mío. No sé a qué se deba, o la ciencia que exista tras de ello pero, he conocido gente que se muda a otro país, o que lo visita por tan sólo un mes y vuelven con un seudo acento del lugar al que fueron. Lo que se le llama en términos científicos como el Síndrome de Paulina Rubio. Así que de entrada, si de algo me siento orgullosa es que no, aún no hablo con ninguna entonación islandesa. Eso y decirle “aplicación” a una solicitud (derivado del uso de "application" en inglés) ¡Ni Dios lo quiera! Lo que sí es difícil es que NADA DE NADA se te pegue. Ya sea desde aprender el idioma (aunque sea una palabra), hasta adquirir nuevos gustos musicales, el estar conviviendo con alguien te deja algo, por mínimo que sea. Acá una lista de las cosas que adquirí tras convivir todo este tiempo con un islandés.

1. Aprenderás a decir algo en Islandés. Puntos extra si ese algo es largo y complicado (como Eyjafjallajökull)

Desde que conocí a mi esposo y cada que conozco a un islandés, una de las primeras conversaciones para romper el hielo es hablar sobre el idioma. Y por supuesto, siendo el islandés un tanto complicado, saben que a nosotros los extranjeros se nos dificulta articular los conjuntos de vocales y consonantes aglutinados, con las que dan nombres a volcanes impronunciables o a objetos ultra específicos.

2. Probarás algo exótico. Y algo que de seguro está podrido.

Si de niña me hubieran dicho que, por el gusto de experimentar, probaría pescado fermentado, no sólo yo, mi madre se hubiera reído de quien lo osara . Yo era una de esas niñas que le hacía mala cara a cuanta cosa se encontrara inerte en mi plato, usando mil y un pretextos para no probarlo. Hasta la fecha me dan asco los chícharos, siempre los espulgo de mi arroz. Pero esa misma niña, ahora adulta, le da por aventurarse, cual Andrew Zimmern, para degustar cosas que no las pediría ni de chiste.

3. El pudor desaparecerá de tu vocabulario

La desnudez. Cuando los cuerpos dejan de pertenecer a la intimidad para invadir el espacio público. Al menos el del vestidor de los gimnasios y las albercas. Vengo de una familia que es muy abierta, en mi casa se hablaba de todo, sin tapujos. Eso incluía el sexo y temas diversos. Pero, la desnudez, esa que supone ser de lo más natural, se seguía reservando, como es costumbre en la mayoría de las familias mexicanas, a la intimidad. Islandia se rió de mí cuando, avergonzada de mis ideas superficiales sobre la desnudez, me invitó a unas aguas termales, calientitas y relajantes. No sin antes ponerme a prueba. Caminar desnuda, del casillero a la regadera y, mientras me bañaba como dice el diagrama en la pared (cabeza, axilas, genitales y pies), tratar de evitar las miradas ajenas, porque ojos que no ven corazón que no siente.

4. Comerás hot dogs con otros ingredientes

He ido a México dos veces en estos 3 años que he vivido fuera. Específicamente, en la segunda vez, tuve un antojo que saciar: un hotdog de Cinépolis. No sé cuál fue el detonante, pero el resultado fue ir a ver una película cualquiera para comer un hot dog Maxi jumbo, con todo y jitomate, cebolla y jalapeño. Pero le faltaba algo. A la mitad del hot dog, me acordé: Steiktur laukur. Cebollas fritas, con las que se acompañan los acá llamados pulsur. Ahora forman parte de mi hot dog predilecto, mientras que para mi esposo, el aditamento ha sido el jalapeño y la salsa Valentina (mea culpa).

5. Te sabrás todas las referencias culturales sobre Islandia

Tengo la impresión, pero no los datos certeros, de que los islandeses son bastante patrióticos. El logro de un islandés fuera de Islandia, pareciera ser el logro de la nación entera. Y por lo mismo han memorizado, como si eso estuviera en sus libros de historia en la primaria, toda clase de datos que, directa o indirectamente, tienen que ver con el país. La anécdota que más recuerdo fue cuando me vine enterando que la canción Immigrant Song de Led Zeppelin hablaba de Islandia. Yo sé, peco de ignorante, pero en mi defensa, es una de esas canciones en las que me sé sólo la melodía y el “Aaaaahh …. ahhh…”, jamás le había puesto atención a la letra. Compartí entre mis conocidos el dato y he de decir que tampoco sabían. En fin, siempre se aprende algo nuevo.

Continuará...

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