En estos últimos días en los que hemos regresado a la normalidad nos ha costado trabajo regresar a la rutina de dormir a una hora que sea... ¿prudente? Nos sorprendió ver a la luna así de grande. La desvelada valió la pena.
Sin poder dormir, dando vueltas en la cama.
La comezón que se extiende desde el cuello a la cabeza.
Acomodo la almohada, extiendo las piernas.
Y no puedo conciliar el sueño.
Ya es verano, el fresco de la madrugada es un alivio.
Pero la luz se extiende, poco a poco, a lo largo de la noche.
Atrás han quedado los días de penumbra casi perpetua, para dar paso a las noches radiantes, de los días del verano eterno.
¿Será pertinente saciar el antojo o devorar mis entrañas?
Las maderas crujen, las gotas caen.
El soliloquio de levantarme y poner orden.
De las cosas que tengo que hacer al siguiente día, y de las que posiblemente no haré por la fatiga.
De las cosas pospuestas.
Y del porvenir
¿Es esta la pesadilla de la hora del lobo?
Deambular por la casa hasta el cansancio.
Un vaso de agua en la cocina.
Por la ventana, la luna.
Dentro de mí, un aullido.