Pues aquí estamos… luego de 6 años de relación. Luego de 3 años de vivir juntos. Y nuestro primer año de casados. Quería escribir sobre esto, pero en particular, no sabía en sí de qué, porque declarar nuestro amor al Estado no ha representado realmente nada distinto entre nosotros, pero sí para los demás. Ahora que llevo un año de señora (inserte risa loca), he aprendido lo que el matrimonio significa para la sociedad, la cual está muy acostumbrada a hacer alharaca cuando, al final, es sólo un trámite. Nadie… absolutamente nadie movió un dedo o guiñó un ojo cuando decidimos juntarnos y vivir en Suecia, hasta que metimos las leyes en todo esto. Sin embargo, estuvimos de festejos por nuestros seis años. Algún agregado en mi Facebook escribía sobre cosas que había aprendido por amor, y ahora que nuestra relación entra a la primaria, pues qué bonita ocasión para conmemorar las lecciones que he tenido por amor.
1. Islandés y sueco
Mi respuesta inmediata cuando vi aquella publicación. Tal vez porque en ese momento andaba estudiando islandés, cuando pensé que el haberme mudado a dos países por amor, me abrió las puertas a dos lenguas nórdicas. En teoría, mi nivel de sueco es el equivalente a un B1 o B2, en la práctica, no me gusta hablarlo y eso me reduce a los monosílabos Ja o Nej. Y mi camino hacia la fluidez en islandés recién comienza, pero al menos, entiendo lo que la gente me dice y puedo pedir la hora. Peor es nada.
2. Paciencia
Paciencia, prudencia, verbal contingencia, dominio de ciencia, según conveniencia… Antes de mudarme a Suecia, no me consideraba una persona impaciente. Por el contrario, siempre he sido calmada. Estaba equivocada. Si lo que quieres, amigo lector, es cosechar esta divina virtud, no hay mejor forma que esperar trámites burocráticos. Pasar por un primer proceso para la residencia sueca, y otro, mucho menos engorroso en Islandia, para la residencia, nos enseñó a llevar las cosas con calma, al borde del estoicismo. Lo que me lleva al siguiente punto.
3. Ser una experta en trámites
Pasando por tres burocracias (la mexicana, la sueca y la islandesa) no hay papel que necesite que no sepa exactamente qué hacer. Debo aclarar algo, hacer trámites era un proceso que me causaba pavor desde aquella vez que tuve que pagar mi pesote de la UNAM en la prepa. Recuerdo estar el auto, con el formato para llevar al banco mientras mi padre me decía “tienes que empezar a hacer estos trámites sola, así que fíjate en los detalles”. Durante todo ese proceso de inscripción, fui sola, mientras que en la fila estaban las madres de mis compañeros, limpiándoles los mocos. Hoy en día, ya me las sé. Ya no me regresan porque me falta un papel, ya sé que no debo de ir a preguntar cosas que están en letras grandes en internet, y puedo estar más relajada con cualquier encuentro con la burocracia de donde sea.
4. Planeación y finanzas
Vivir con otra persona, de por sí, va incluido con el paquete económico. Saber presupuestar, no gastar en cosas nimias, ahorrar por algún percance o lo que se ofrezca. Todo, por dos. Pero no he tenido en mi vida lección más grande de planeación, presupuesto y finanzas que el habernos mudado de Suecia a Islandia, con nuestros cachivaches. Sí, tal vez eso no lo había confesado en este blog, pero tuvimos la gran ocurrencia de llevarnos nuestras cosas y la única forma de hacerlo fue en barco. De pronto, nos encontramos con costos, tiempos de entrega, envíos, firmas aquí y allá, pallets, camiones, vuelos, papeles. Todo tenía que salir a la perfección. Planear nuestra mudanza fue una partida de Jenga, pues si una pieza fallaba, todo se desplomaría y quedaríamos varados. Y, ¡lo logramos!