Decidí tomar un curso sobre literatura infantil para la maestría. Nos enfocamos en algunos clásicos de la lengua inglesa. De entre las lecturas, confieso en público (y así lo expresé en su momento en mi clase), me sorprendí que nunca (jamás) había leído “Peter Pan”. Las razones las tengo aseguradas: de niña, nunca me llamó la atención
Como muchos políticos mexicanos, crecí con El principito como libro de cabecera. En general, recuerdo haber leído mucho, muchas de las veces, el mismo libro. Mi abuela tenía en su casa, una colección de cuentos de hadas, ilustrados a la vieja usanza. Aún recuerdo que no le ponía tanta atención a la historia, pero podía pasar horas viendo las ilustraciones. Me gustaba ver las imágenes de una Cenicienta distinta a la de Disney. Tuve también una colección de cuentos clásicos con cassettes incluídos. Cada que sonaba un pajarito, era tiempo de cambiar de página. De esa colección, mi favorita era la historia El príncipe feliz. Leí cuentitos de los que ahora no recuerdo ni de qué iban, pero me gustaba hojearlos. Sí, las imágenes eran mi mayor interés. Si algo moldeó mis preferencias fueron unos libros de mitología griega para niños, que mi mamá me compró luego de ver la película de Hércules (al considerar que no se contaba la historia tal cual era) también de Disney. Ya en la escuela, nos dejaron leer varios cuentos de la editorial SM y su colección de Barco de Vapor. Cada alumno compraba un libro distinto, para que así, cada trimestre (yo supongo) intercambiáramos libros y tuviéramos, dentro del salón, una especie de biblioteca rotante. Con un poco de suerte, compraría el libro que más me gustaba de los que leí en todo el año. Algunos títulos los recuerdo con cariño, pues no sólo marcaron mi camino como lectora, también me formaron en las manías de lo que me gusta escribir. Así fue como nunca me topé con Peter Pan, específicamente con la novela Peter y Wendy y todo por culpa de Disney. Sobra decir que el Peter Pan de Disney poco o nada tiene que ver con el texto. Sí, como en muchas otras de sus cintas, los personajes son más bien un subproducto. Un derivado muy diluido de la historia original. Pero mejor, no se los cuento yo, que se los diga mi tarea:
HABLEMOS DE PETER CON SPOILERS
Hay una tierra donde vive un niño que no quiso crecer. Donde luchó contra piratas, visitó a las sirenas y compartió aventuras con sus compañeros amigos (a quienes llama los Niños Perdidos). Wendy, John y Micheal habían pasado algún tiempo allí, en compañía del famoso niño: Peter Pan. Después de un tiempo, empezaron a olvidar a sus padres, su hogar, y se dieron cuenta de que pronto ellos también podrían ser olvidados. Never Neverland (o la tierra de Nunca Jamás) ya no cumple su función. Es hora de volver a casa. Pero no todo se perderá necesariamente, ya que se aprendieron lecciones, se transformaron ideas y la aceptación de la realidad ordinaria forma parte de la conclusión del cuento. A su regreso, quienes alguna vez fueron niños, mientras miran el cielo nocturno, se preguntan: “Al final, ¿que hemos perdido?”. Este tipo de conclusión (el regreso de la fantasía a la realidad) se ha vuelto tan frecuente en la literatura infantil, que incluso ha adquirido un estatus mítico. Para Sarah Gilead, en su artículo La magia abjurada: cierre en las ficciones fantásticas para niños (Magic Abjured: Closure in Children's Fantasy Fictions), el regreso en la novela Peter Pan y Wendy de J.M. Barrie es considerado como una ambigüedad trágica ya que: “el cierre con la pérdida de la magia y de sus consuelos agudiza así la crítica de los adultos y de sus versión de la realidad y hace que la pérdida del mundo de fantasía sea trágica.
La realidad no se rectifica; la fantasía y la realidad no están alineadas” (Galaad 287). Sin embargo, en la adaptación de Peter Pan hecha por los estudios Disney en 1953, el final es bastante diferente al de la novela. Este cambio será nuestro enfoque para argumentar que el cambio en el final de la historia modifica el significado del texto y establece un nuevo mito de Peter Pan en la conciencia cultural [y por ende, mi desinterés por leer la historia original de niña].
EL RETORNO A LA REALIDAD COMO UNA TRAGEDIA
Sarah Gilead identifica tres tipos de funciones en relación con el retorno de los finales fantásticos: el retorno como Bildung (educación o formación); el retorno como represión narrativa y el retorno como ambigüedad trágica. Para efectos de este ensayo nos centraremos en el primero y el tercero, ya que estos dos son los finales donde se localiza el texto de Barrie y la película de Disney. El primer tipo, el retorno como Bildung, se caracteriza por establecer una jerarquía entre la fantasía y la realidad, en la que el personaje “completa una historia de crecimiento psíquico” (Gilead 278). Gilead utiliza los ejemplos de El mago de Oz (Lyman Frank Baum, 1900) y Donde viven los monstruos (Maurice Sendak, 1963), para ilustrar cómo los dos personajes principales de estas historias, tras regresar de los mundos fantásticos que encuentran, aceptan las normas sociales contra las que alguna vez se rebelaron. Estas normas son construidas por los adultos, lo que significa que aceptar su realidad representa una lección formativa para que el niño madure y sea parte de la sociedad en la que vive. Para Dorothy, por ejemplo, Gilead sugiere que las zapatillas que ha tomado de la Bruja del Este, simboliza el poder de la imaginación, y una vez que descubre su función, la percepción de Dorothy se transforma, utilizando esta herramienta para hacer “la realidad tolerable” (Gilead 279). “La pérdida del mundo de los sueños por parte de Dorothy queda totalmente compensada por la realidad que recupera cuando regresa recién madura a través de la magia de la fantasía” (Gilead 280).
El regreso como una ambigüedad trágica, sin embargo, no tiene este significado claro, de ahí la razón por la que Gilead lo describe como problemático (285). Ella señala: “El retorno se vuelve contra la fantasía pero, a diferencia del segundo tipo, actúa de un modo trágico que revela, sin un sentido seguro de mediación, tanto la fuerza seductora como la peligrosa potencialidad de la fantasía” (Gilead 278). La principal diferencia que establece entre el primer y este tercer tipo es el sentido de jerarquía entre la fantasía y la realidad, pues en este tipo de retorno ambas están alineadas en el mismo orden y tienen un poder o importancia similar para el protagonista, entonces la pérdida de la fantasía resulta en tragedia. Mientras que en el primer tipo la imaginación era interiorizada por el personaje, en éste parece que también forma parte de la pérdida tras el regreso al mundo ordinario, atenuada por la continuación de su vida en él. Y esto da una indeterminación del significado del final. Gilead utiliza a Peter Pan de Barrie para ilustrar esta categoría (así como Mary Poppins), argumentando que Peter Pan es un símbolo de la muerte misma (286). En su interpretación, Peter Pan, aunque se niega a crecer, encarna la realidad del tiempo que pasa, que representa a la vez el deseo del adulto de volver a su infancia, en donde la fantasía y la imaginación están permitidas, además de servir como confirmación del uso de la imaginación de los niños, donde pueden -al igual que los Darlingencontrar una tierra como Never Neverland (Nunca Jamás) para rechazar las limitaciones del mundo real. La pérdida del mundo de fantasía, no representa ninguna edificación o crecimiento ni un rechazo del mismo (que es lo que representaría la segunda categoría de Gilead). Para Wendy, sus hermanos y los Niños Perdidos significa que, a su regreso, la realidad y la fantasía no fueron rectificadas. Al final del cuento sabemos, no sólo que olvidan sus aventuras en Nunca Jamás, sino que también continúan con sus vidas, creciendo, casándose y teniendo hijos, incluso cuando Wendy prometió visitar a Peter en el verano siguiente -lo cual Peter parece olvidarlo y ella no lo espera como él hubiera deseado. Cuando Wendy, ya de adulta, se encuentra con Peter , la tragedia se hace más evidente para el lector. “Los niños pierden su capacidad de volar, su creencia en la posibilidad de escapar a través de la fantasía y también, quizás, su creencia en la inviolabilidad de la infancia misma”(Galaad 287).
LA ADAPTACIÓN DE PETER PAN
Tras el éxito de Blancanieves y los siete enanitos (1937), Walt Disney decidió seguir con la adaptación de Peter Pan, obra teatral de James Matthew Barrie. Disney comenzó a buscar los derechos para empezar a trabajar en la historia que finalmente adquiriría en 1938 (le Roux 92). Se inició el trabajo de adaptación, con la ayuda de varios animadores y artistas, de los cuales el tratamiento inicial de la historia fue más bien sombrío, manteniendo ciertos elementos del lado oscuro que el propio Barrie tuvo en su trabajo preliminar. El enfoque de Disney tomó elementos de adaptaciones anteriores (de las que él mismo se inspiró), puesto que decía haber visto en la adaptación teatral en su juventud, además de una película muda de Peter Pan (Herbert Brenon, 1924).
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