Lo prometido es deuda…
En Sorbito de Café mencioné que haría una reseña sobre la experiencia de mis padres, aquí en Islandia. Aunque este texto ya lo tenía preparado, una serie de eventos me hicieron retrasar esta entrega pero...helo aquí.
1. El nieto (¡ah, sí “y nosotras”!)
Llevo siete años viviendo fuera de México, de los cuales, mis papás se han planteado en venir a visitarnos sólo tres veces. Antes de su visita a Islandia, me mudé dos veces de departamento, luego de país (de Suecia para acá), nos establecimos, y lo único que en realidad los incentivó a visitarme fue … ¡el nieto! No los culpo, yo también movería montañas por el nieto.
2. Los museos, la historia y la ciudad
Entre el Museo Nacional de Islandia, la Hallgrímskirkja, el Museo de las Sagas, el Museo al Aire Libre de Árbær… Mis papás recorrieron los lugares de cajón en la zona de Reykjavik (y sus alrededores). Dicen que no se esperaban lo que encontraron en
Islandia, pensaban que sería un lugar mucho más despoblado. Mi mamá teoriza que es porque en sus tiempos de escuela, eso era lo que los libros describían. No obstante, les encantó conocer la historia y la cultura de Islandia, a través de las diversas exhibiciones.
3. La comida, la cerveza, la carnita asada y el pan
No me sorprendió que les gustara el pan islandés, porque de verdad se encuentran una delicias en muchas de las panaderías locales. Lo que sí me asombró es que la comida, en general, les gustara. Islandia no es conocida por su comida (como sí lo es México). Por el contrario, es más sabido que tiene esos extraños platillos que, si bien es cierto son tradicionales y dan cuenta de lo mucho que ha cambiado la isla, no son necesariamente el tipo de platillos que quisieras comer diario.
4. Las auroras
Mis padres tuvieron la mayor de las suertes. Vieron las auroras boreales a pocos días de su llegada. Para ese entonces, todavía no se paseaban lo suficiente y ya se daban por bien servidos. Fueron muy afortunados de ver, en su primera vez aquí, un espectáculo que mucha gente desea presenciar, sin correr con la misma suerte. Y, por si fuera poco, les tocarían apreciar las auroras con mucha intensidad, de las más bellas que me he visto a lo largo de los años.
5. El jacuzzi
Para pasar un rato agradable y dar la vuelta al famoso “Círculo Dorado”, se nos ocurrió rentar una cabaña en uno de los fines de semana. Ahí fueron partícipes de una de las actividades más islandesas que puedes experimentar: el jacuzzi (sobre todo, cuando hace frío). Para mi sorpresa, no sólo se aventuraron a probar el jacuzzi, además lo hicieron en repetidas ocasiones y (lo que nunca pensé que pasaría) ¡les encantó! Los dos estaban muy preocupados por el clima, pensaban que no podrían soportar el frío islandés, que eran loqueras mías el decidir vivir en tales condiciones, sobre todo, porque ya me he ido aclimatando. Para su sorpresa, no hace tanto frío como ellos suponían. Aprendieron a abrigarse rápido, a usar lo que les permitía estar más cómodos, sin tener que estar titiritando.