Es diciembre, el fin de semana del año. Se pasa rápido, se come mucho, se visita a la familia. Y los regalos. En México, festejamos tanto al Santa Claus de Coca Cola, como al niñito Jesús dador de regalos. Siendo este último un personaje que siempre encontré gracioso, teniendo una hermana menor, no creía en absoluto que un niño pudiera compartir, con tanta soltura, sus cosas con otros niños. Eso y que mi familia es atea, hacían que el Santa Claus de Coca Cola fuera de mi predilección.
También fui clienta de los Reyes Magos. Ahí el ateísmo se perdía. Siempre me pareció curioso que la letra de los Reyes era muy similar a la de mi madre, más garigoleada y con una coronita, motivo de distinción, para que no dudara de la realeza de los señores. Santa Claus era un señor puntual, que sabía lo que yo quería. A los Reyes no me gustaba presionarlos, ya Santa Claus había cumplido su parte. Recuerdo que hubo una época en que les pedí que me trajeran lo que quisieran. Y el 6 de enero desperté con varios juegos de mesa. Para seguir con el espíritu de la época, dado que mi hermana era todavía una niña, en mi pubertad, Santa me premiaba con dinero en efectivo. En fin, ahora de adulta, entiendo a quienes dicen que odian la navidad, pero he de admitir que de niña me gustaba la época, pues estas fechas son una cosa de niños.
Cuando me enteré que en Islandia tenían trece santa clauses, mi niña interior se sintió timada. ¡TRECE!
Ahora, voy a hacer una aclaración. Uno se puede ir con la finta de que porque Islandia es un país desarrollado y que la gente tiene privilegios de sobra, los trece santa clauses dan regalos en abundancia y que por trece días los niños se bañan en juguetes. Pero no, usualmente los primeros doce son detallitos, como dulces, chocolates o un juguetito pequeño. El gran dador es el treceavo Santa Claus . Además, hay que recordar que Islandia fue un país pesquero por muchos años, las generaciones pasadas recibían regalos muy pequeños e incluso no todos los trece días, es hasta las generaciones recientes que, por ejemplo, se les pide prudencia a los padres al no exagerar con los regalos y que les den obsequios exuberantes, a sabiendas que no todos los niños tienen dicha fortuna.
Los Santa Clauses tienen una historia que data del folklore islandés. A través de los años, han ido cambiando conforme a los estándares de la época. En un principio, los Jólasveinar estaban menos relacionados con el Santa de Coca Cola y más con unos troles traviesos. Estos troles se dedicaban a espantar a niños durante los trece días antes de Navidad, hasta el siglo XX en que se mezclaron con el imaginario del “ser que da regalos”. Entonces su imagen cambió, teniendo rasgos mucho más humanos y menos de trol.
De acuerdo con mi investigación, los primeros registros que se tienen de los Jólasveinar data del siglo XVII en el llamado “Poema de Grýla”. Grýla es la madre de los 13 santas, quien es conocida, hasta la fecha, por comer niños. En el poema, se describe que estos personajes espantaban a los niños hasta que obedecieran. Normas de la época, supongo.
Es en el año de 1862, cuando el autor Jón Árnason escribió “Folklore islandés”, donde aparecen los nombres de los trece Santa Clauses por primera vez. Sin embargo, siguen siendo referidos como “los hijos crueles de Grýla” y no como los seres dadores de regalos. Pero no es hasta que John de Kettle (Jóhannes frá Kötlum) en su libro “Se acerca la Navidad” (Jólin koma), escribe el poema “Santa Clauses” (Jólasveinarnir) que cuenta la historia de estos personajes y les da los peculiares nombres que tienen hasta la fecha. Todavía hasta este momento, los Santa Clauses tenían un halo de maldad. Y en 1932, Tryggvi Magnússon ilustró el libro del Kettle, con lo cual se fue estableciendo la imagen de los Santa clauses como se conocen en la actualidad.
...los primeros registros que se tienen de los Jólasveinar data del siglo XVII en el llamado “Poema de Grýla”. Grýla es la madre de los 13 santas, quien es conocida, hasta la fecha, por comer niños. En el poema, se describe que estos personajes espantaban a los niños hasta que obedecieran.
Se piensa que el cambio de carácter de los Santa Clauses está ligado con la migración islandesa hacia América del Norte. Estamos hablando del Siglo XIX donde la correspondencia era la única forma de contactar a la familia en las fechas decembrinas. Y se cree posible que algunas tarjetas navideñas que los migrantes mandaban se encontraba la imagen del también famoso y controversial Sinterklaas, o el Santa Claus neerlandés, del cual se tomaron las características (como el dar regalos) así los Santa Clauses islandeses se reformaron, dejaron de comer y espantar niños, volviéndose buenos samaritanos.
La tradición de los Jólasveinar refleja un momento histórico de Islandia, de aquellos tiempos en que la isla seguía dominada por Dinamarca y que la mayoría de su gente se dedicaba al campo. Cada Santa tiene una historia peculiar y gustos que nos recuerdan lo mucho que ha avanzado la isla desde entonces. Entre el que roba leche, el que prefiere carne que se ahumaba en las vigas de los hogares, los diversos utensilios de cocina que los pilluelos robaban… todo forma parte de una historia que no sólo da cuenta del folklore, sino de la situación económica que se vivía. Ahora los niños poco o nada tienen que preocuparse porque les roben las velas de sebo o su cuenco cuando van a dormir. A lo mucho podrían preocuparse por aquel que mira por la ventana y podría apetecerle la televisión o el smartphone. Aunque ahora que lo pienso, estaría padre una adaptación de lo que robarían en nuestros tiempos...