La semana pasada, nos anunciaron en el trabajo cómo seguirían las modificaciones de la jornada laboral, a raíz de la pandemia. Con todo lo que ha pasado, poco o nada había anticipado la llegada de la Semana Santa. Y caí en cuenta que, aquí, más que semana, son tres días feriados, que, al unirse con el fin de semana, son la pequeña pausa vacacional. He de confesar que esperaba tener una semana apropiadamente, porque me quería poner a estudiar islandés, sin problemas, ya que mi curso está en pausa hasta mayo (si es que para ese entonces, los casos de coronavirus han disminuido).
En nuestro último día de labores, nos sorprendieron con un regalo muy especial: los famosos huevos de Pascua. Hace algunos ayeres, cuando vi los huevos de Pascua por primera vez, me llamaron mucho la atención, pues son monumentales. El año pasado le regalé uno a mi hermana, pues es muy dulcera y cuando le comenté sobre estos enormes chocolates, se le caía la baba por probarlos. Estos huevos están elaborados con chocolate islandés y tienen en su interior dulces y chocolates típicos de la región (por ejemplo regaliz) y los empiezan a vender a principios de marzo. Es costumbre que a los niños se les regale en el Domingo de Pascua (o Domingo de Resurrección), escondiendo el huevo en la casa o en el jardín, para que las criaturas se entretengan en la búsqueda.Hay de diversos tipos y marcas, en particular, como no me gustan las cosas muy dulces, prefiero aquellos de chocolate oscuro y amargo. Me comentaron que es la primera vez que dan huevos de chocolate en el lugar en donde trabajo, supongo que querían alegrarnos la festividad por todo lo que ha acontecido. En el trabajo de A. les invitaron a pasar a la oficina (ya que muchos están trabajando desde casa) por sus huevos. Desde el carro, vi a varios señores saliendo del enorme edificio, quienes alegremente cargaban su huevo. Un chocolate no se le rechaza a nadie, supongo. Entonces ya teníamos nuestra dotación de chocolate para toda la cuarentena.
Los papás de A. nos han regalado huevos de Pascua desde hace ya unos años, cuando vivíamos en Suecia, incluso los mandaban. Y ya tenían preparados los de este año, por lo que ahora tenemos cuatro huevos de chocolate. Decidí abrir el que ellos me dieron, pues es el del chocolate amargo, arriba tiene un Garfield, aunque, los más tradicionales tienen una figurilla de un pollito o de un conejo. En su interior, traía un proverbio islandés en un papelito. Dice: Gott er góðum að þjóna, “Es bueno servir a gente buena”.