Y aquí llego con mi reporte. Luego de mil ajustes en el calendario, llegué a las aulas de nuevo, en esta odisea lingüística. Atrás han quedado los traumas de las declinaciones, que por el espíritu perico que me caracteriza, por fin ya empieza a quedarse guardado en mi memoria. Llegué al curso con la promesa de no ver gramática, ni sintaxis, ni ejercicios de relacionar columnas. Sólo hablaríamos ¡Qué mejor! Un lugar de armonía, en donde… espera ¿cómo se dice?....¿qué quiere decir?...¿qué es?,no entiendo…¿por qué hablan tan rápido?... ¡espere, deje lo apunto! … ¡No! ¿cómo que haga una pregunta? ¿nostas biendo kestoi chikita?
Sí, acabé en mi peor pesadilla. En el territorio en dónde mi mejor aliado es decir ég veit ekki (no sé). Que en realidad debería de reemplazarlo por ég veit hvað þú meinar, en ég veit ekki hvernig þú segir það á íslensku (sé a qué te refieres, pero no sé cómo lo dices en islandés) , pero el primero es mucho más eficiente. Mis compañeros, quienes han vivido por años en la tierra de fuego y hielo, tienen un islandés muchísimo más refinado. Eso me pone en una desventaja considerable, puesto que la mayoría de los ejercicios son un bombardeo de preguntas y respuestas. Y yo con mi islandés que parecer servidor de AOL, tardo en procesar la información. MUCHO.
La clase, que en la superficie parecen ejercicios sacados de la manga de la profesora, me ha servido para hablar al grito de guerra. En parte, porque la letra con sangre, sudor y lágrimas, me está entrando. Además, porque tuve que exponer de la bonita ciudad que me vio nacer: Mexíkóborg. Sí, parte de los ejercicios es preparar una pequeña presentación sobre nuestra ciudad. Las distintas nacionalidades habidas en el salón son la excusa perfecta para tener información de distintos lugares. Sin embargo, mi islandés no me permite improvisar en absoluto, sobre todo porque hay un mar de palabras que todavía desconozco. Por ejemplo, por ejemplo. Y con todo el rigor y toda la obsesividad, preparé una chulada de Power Point de lo que destacan varias comidas chilangas. Sí, les hablé de lo que significa México (Í nafla tunglsins), de la leyenda del águila parada sobre un nopal devorando una serpiente (að sýna örn sem stendur á aldinfíkjukaktus étandi snák), que en Xochimilco pueden ver ajolotes (tálknamandra), y que hay distintos tipos de tacos, incluídos los de canasta (körfu tacos), las carnitas (svínakjöt), y la barbacoa (lambakjöt), ¡ah! y que hay un lugar de quesadillas grandotas a las que les llamamos machetes. Mi presentación dio pie a un sinfín de preguntas, unas de las que sí estaba preparada y otras de las que utilicé la vieja confiable de ég veit ekki.
Me defiendo pian pianito, pero eso no quita que a veces no sepa como se dice nariz y que la maestra se plante delante de mí, cantándome una canción al unísono con el grupo para recordarme las partes del cuerpo. ¡NEF! me gritan mis adentros, mientras la maestra continúa con su baile...