En 2023 ayudé a mi hermana a cumplir su meta: llegar a Islandia para estudiar primero el idioma y luego una maestría. Ha sido una completa odisea, desde investigar los documentos que le solicitaban, pasando por malos entendidos y trabas burocráticas, hasta que finalmente pisó tierras nórdicas. En pocas semanas se cumplen oficialmente dos años de su llegada pero, a propósito de su cumpleaños, he decidido dedicarle un artículo sobre algunos consejos que le he dado, basados en mi experiencia migratoria en Islandia. Pero estos no son unos consejos cualquiera, son aquellos a los que ella misma ha regresado y me he dicho “tenías razón cuando me dijiste…
1. Cada quien habla de como le fue en la feria
Como migrante, uno retorna a ciertas prácticas de antaño. Así, como los niños chiquitos, empiezas a absorber información cual esponja. Entonces conoces a otros migrantes, quienes te cuentan sus vidas, te dan consejos y te advierten de cosas. Pero, poco a poco, te van sesgando de su experiencia, aunque son simplemente anécdotas y no una realidad fáctica, pueden perjudicarte más de lo que te ayudan. La gran mayoría lo hace de buena fe, pero siempre hay que recordar que cada quien habla de lo que ha experimentado, que si bien puede ser una experiencia compartida por otros, hay que matizarlo todo con el contexto de quien narra. Y eso incluye, mi propia experiencia. A veces la vida de cada cual es tan específica que, sin darnos cuenta, somos excepciones a la regla, por lo que hay que tomar las cosas que se nos dice con cautela.
2. Ten todo por escrito
Este consejo trasciende los trámites migratorios, creo que es un gran consejo para cualquier otro tipo de papeleo. Pero, sobre todo, para lidiar con las burocracias de dónde sea. Documentos, mails, todo es mejor por escrito y si el documento está en físico, es mejor escanearlo, tenerlo digitalizado con un nombre fácil de localizar. Muchas veces tener un documento, o recibir una respuesta por escrito de alguna institución, hará la diferencia.
3. El otro
Quizás en el país en el que naciste, te tocó la buena suerte de nacer en el lado menos problemático, es decir, creciste y viviste con cierto nivel de privilegio. Tal vez por eso no tengas contacto directo con las injusticias sociales que otros sectores de tu sociedad sí padecen. Todo eso te suena muy lejano y ajeno a tu experiencia personal. Entonces decides emigrar a un país donde la cultura, la gente y el idioma son completamente distintos al tuyo. Ahí te vuelves una excepción a la regla. No importa que Islandia sea una isla de doscientos mil habitantes y que numéricamente los hace a ellos mucho más escasos. Dentro del país, el exótico eres tú porque vienes de fuera. Por lo mismo, no es sorprendente que las personas cuestionen tus orígenes, tu acento, tu forma de verte y comportarte, puesto que les es distinta. Entenderte como un otro es difícil, sobre todo cuando consideras que te has asimilando bien a la cultura que te recibe. Y aunque no es algo que debería de mantenerte despierto por las noches, es un tema que será recurrente y que saldrá a la luz cuando menos te lo esperes. En especial, por aquellas personas a quienes las diferencias les genera otro tipo de sentimientos, profundamente negativos. Ser considerado como el otro, el extraño, el extranjero, es aterrador, puede llegar a cuestionar tu identidad y poniendo en duda las certezas que tenías sobre tu persona. Pero, si te apropias y vives tu “otredad” sin compromisos, sin ataduras, siendo fiel a tu persona, es el proceso más liberador que puedas encontrar en el camino migratorio. Ser el otro es disruptivo, un acto de rebeldía, de encontrarte con tu autenticidad, en su estado más puro.
4. A veces toca hacer todo por tres
No voy a abundar mucho en el asunto, pero está ligado con lo anteriormente mencionado. Ser “el otro” puede marcarte por partida doble, o triple…etcétera: si eres mujer en una sociedad machista, si eres de otro origen étnico al de la mayoría en poder, si hablas otro idioma del oficial. Entonces toca esforzarse dos, tres o las veces que sean necesarias para poder “salir adelante”. Ni modo, son gajes del oficio.
5. El Jamaicón
La anécdota ya es bastante popular: previo al Mundial de Suecia en 1958, el futbolista mexicano José “Jamaicón” Villegas no se presentó a la cena organizada por la Federación Mexicana de Fútbol. La razón era su desagrado por la comida y la nostalgia que tenía por su tierra. “¡Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos. Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes o un rico pozole y no esas porquerías que ni de México son”. La realidad es que es un fenómeno común. Hay veces que sentirás una nostalgia por tu tierra, por tu gente y tu idioma, que te hace querer dejarlo todo, nublándote la vista de los pequeños y grandes logros. Al Jamaicón interior hay que procurarlo. Encontrar formas para tener la sazón de la patria, acompañarlo con música de la memoria, entretenerlo en la lectura de los clásicos de nuestra literatura y, sobre todo, con sus visitas regulares a la cuna tricolor, recordándote que la nostalgia puede ser traicionera.
6. “Þetta reddast” aplica sólo para los islandeses
Sobre esta frase he escrito anteriormente. Y sostengo lo dicho. Aunque la sabiduría de los años, me hace puntualizar en algo: “Þetta reddast” es un privilegio. El poder mantenerse sin preocupación porque se tiene una fe ciega de que el universo conspirará a favor de uno, es posible siempre y cuando uno hay nacido en Islandia. Para los demás, este moto de vida funciona más como un dato curioso que como un slogan al cual ceñirse. Eso no significa que uno tiene que vivir en constante preocupación, pero claramente, los problemas que solemos enfrentar (sobre todo los referentes a la migración) tendrán que ser resueltos con mucha determinación y diligencia.
7. No compares
Esto lo he descrito anteriormente, pero lo reitero. Para todos aquellos que estén en un país que no es el suyo, cuando cumplan alrededor de tres meses en ese nuevo lugar de residencia, sepan que para entonces es importante dejar de comparar los países entre sí. Pondré mi ejemplo: México e Islandia. Es de utilidad saber que 1,000 coronas son 152 pesos mexicanos. Pero, aunque sea una métrica que te ayude en la toma de decisiones, debes dejarlo ir. Tienes que vivir dentro del país que te recibe y entenderlo en su propio contexto. No te sorprendas si te pagan 300,000 coronas (o 45,600 pesos mexicanos), e mucho más importante saber si en Islandia (o el lugar en el que resides) es justo o no que ganes ese sueldo, según el nivel de vida del país, aunque en México sea más de lo que gana la gente haciendo el mismo trabajo. Entonces, podrás ver al país que llegaste con otros ojos. Esto no es una situación exclusiva de los aspectos económicos, hay que tratar de frenarse al comparar y entender el país al que se está tratando de asimilar con la inocencia con la que aprendimos del nuestro durante la niñez. De lo contrario, vivir en la comparación podría amargar la experiencia o crear ilusiones y espejismos de los que es doloroso escapar.
8. Agradece y disfruta
Migrar puede ser un proceso muy frustrante, una batalla constante en la que uno se pierde entre el mar de cosas por hacer: encontrar empleo, buscar casa, aprender el idioma, adaptarse… Es esencial tener plan A, B y C para seguir el camino. Así como es importante trabajar y tener cierta disciplina, es todavía mucho más vital detenerse, darse una pausa para voltear a ver todo lo que se está logrando y disfrutar, aunque sea de las pequeñas cosas. Mi hermana sigue este consejo bajo sus propios términos, celebrando con un pastel tanto los pequeños logros, como las grandes metas. Creo que es importante hacerlo, porque le da sentido a todo el esfuerzo. Hace poco, en un reel, alguien decía: “si crees que no has avanzado, piensa si le cambiarías tu situación actual a tu yo de hace un año”. Me parece que es un ejercicio interesante, sobre todo, para reconocer aquello que puede hacerse invisible por la rutina y la normalidad.
En fin, tengan estos consejos de manera gratuita, espero les sean de gran utilidad.