¿Borealismo?

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(…o las razones por las que una ingenua migró al norte)

Advertencia. El siguiente texto será denso, no apto para personas susceptibles. Podría destruir ilusiones e inducir discordia. Se recomienda investigar a fondo por su propia cuenta o mínimo preguntarle a su Inteligencia Artificial de confianza. Por su atención, gracias.

Llegué al norte entre la convicción y el azar. Por una verdad que le compré a una profesora de Sociología de mi preparatoria. Hablaba todo el tiempo de los países nórdicos como un ensueño con hielo, un paraíso de culturas perfectas, igualitarias y hay que decirlo, socialistas. Además, como me gusta llevarle la contraria a mi padre, tomé sus palabras como un reto, luego de que me dijera “quien sabe si realmente pudieras destacar en un sistema educativo así”. El perico donde quiera es verde. Aún así, cuando tuve que decidirlo y mandar solicitudes de intercambio en la universidad, mi primera opción fue República Checa, pues me saldría más barato el viaje. Me asignaron la segunda, Suecia. El resto es historia.

No suelo escribir sobre Suecia, pero ya es tiempo de exorcizar ciertos demonios. La razón es mucho más compleja de lo que aquí voy a describir, no es necesario entrar en tantos detalles. Tras seis meses de intercambio y de enamorarme de un islandés que vivía ahí, llegó el momento de decidir el porvenir. Nos planteamos Suecia, porque según tenía una historia de migraciones: habían recibido a chilenos en los setentas, a personas de la ex Yugoslavia en los noventas y del Medio Oriente (particularmente de Irak) por las tensiones y los conflictos armados. Islandia resultaba una opción más difícil, de entrada, por el propio proceso burocrático para pedir la residencia. Para ese entonces, mi estancia en Suecia había sido lo suficientemente larga para saber que no todo lo que se decía del país era cierto, lejos estaban aquellas verdades de mi maestra de Sociología, seguramente, ella también se había quedado con las primeras impresiones. Es decir, ya no tenía esa visión romántica, idealizada. Pero nunca pensé que la realidad me caería como balde de agua fría.

No quiero escribir sobre Suecia, ni de las múltiples circunstancias que me hicieron querer huir de ahí y no pienso hacerlo ahora mismo, porque el tiempo me ha dado la razón. Pero dejémoslo en algo, una descripción general: había una imagen sobre Suecia, no sólo en mi cabeza, sino en el colectivo, que no coincidía con absolutamente nada de lo que yo experimenté los tres años que viví ahí. Para entonces, en la época pre Trump, hablar de radicalismos, ultra derechas y pos verdades, no eran contextos tan evidentes como los son ahora. Por supuesto que existían, sobre todo en los rincones del internet, permaneciendo tan al margen de la realidad y dentro en su dominios virtuales, que eran más memes que propaganda. Hago este apunte, porque en 2016, lo que yo pensaba, lo que yo contaba, lo que me pasaba, parecían disparates de una persona que se estaba volviendo paranoica, exageraciones de alguien que de una situación particular lo llevaba a un extremo general. Mi hermana lo creyó hasta que me visitó en 2017, en otro escenario mucho más cercano a lo que se sabe ahora. Muchos otros cercanos míos lo entendieron hasta que las olas se acercaron a sus costas.

Cuando digo “huimos de ahí”, es porque así se sintió, aunque en realidad, nos salimos con un plan bastante estructurado. El último día, rentamos un coche, cargamos nuestro equipaje en la cajuela, más la basura restante del departamento . Lo demás (muebles y otros chunches) ya iban en un pallet rumbo a Islandia. Me recuerdo, en el trayecto en la carretera E20 rumbo al aeropuerto de Estocolmo, exhalando con la fuerza de quien ha contenido la respiración por un largo tiempo, me sentí tan liviana una vez que salimos de la pequeña ciudad en la que vivíamos. Como si recuperara una libertad que no supe que perdí. Orfeo y Eurídice, con la promesa de no mirar atrás…

A veces no puedo evitarlo. Incluso hasta hace poco me volvieron a contactar de las oficinas de migración en Suecia, pese a notificarles en tiempo y forma mi salida, y mis deseos de no volver. Por muchos años no había entendido nada, no encontraba la forma de explicar qué fue lo que experimenté.

Una pausa

Durante una clase sobre cine islandés, nos compartieron un texto (Banking on Borealism de Kristinn Schram) sobre lo que es conocido como borealismo. A partir de lo propuesto por Edward Said como Orientalismo, el borealismo refiere a la construcción de una imagen idealizada y exótica del norte. Esta forma de representar y entender a los países nórdicos genera estereotipos y mitos, desde la relación que tienen estás culturas con la naturaleza, hasta la armonía casi perfecta de sus sociedades, mismos que pueden ser de gran utilidad para generar estrategias de marketing para mercantilizar la cultura, pero tiene consecuencias negativas en la identidad y la realidad de quienes habitan estos territorios.

Cuando me encontré con este texto, abrí los ojos de tal forma que casi se me salen de las cuencas. Ahí estaba la pieza del rompecabezas que me faltaba para explicarlo todo. Esa fascinación por encontrar la palabra adecuada que contiene la experiencia vivida ¡qué bello es nombrar las cosas! Y es así como regresamos al inicio.

Abro este nuevo ciclo de La Ísland contándoles esto porque la finalidad del sitio, sin saberlo, era hacerle frente a las imágenes borealistas de Islandia. Si bien es cierto, he abordado los típicos temas que fomentan esa mirada idealizada de la Tierra del hielo y fuego, a partir del segundo año del sitio, mi intención se enfocó a contrastar mi experiencia con la información que se puede encontrar frecuentemente en internet, sobre todo en el mundo de habla inglesa. A eso me refería con que La Ísland intenta ser “lo que nadie preguntó sobre Islandia”.

Muchas veces me han preguntado que si es cierto que en Islandia [inserte algo inverosímil, fantástico o mitológico], dicha información es distribuida en ocasiones con muy malas intensiones pero, la mayor de las veces, por aquellos que no verifican, no se cuestionan, o simplemente mal entienden un dato. Acá tratamos de aclarar las cosas, explicar los mitos y a contar las tantas “otras” versiones. Como si fuera el lado B de una cinta.

Ahora que encontré un concepto, quizás todo empiece a tener sentido.

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